Los eunucos nada saben del amor. Emoción que les es mutilada en un amasijo de sangre y piel, por un hábil verdugo que a rostro descubierto los adiestra en el oficio de no ser.
Abandonados al efluvio de mitológicas cítaras-sirenas, danzan para quien haga girar la manivela de metal que se hace daga en su espalda. Toda melodía recreará ese primigenio desgarro, y el sudor obsceno del frenético baile fundirá sus sales con las dolientes lágrimas.
Asisten al festín de la vida solicitando un permiso inherente a su condición de castrados. Serán habilitados para entretener y servir, recibirán los favores de sus señores y vastos privilegios reales. Despertarán pasiones que no podrán corresponder. Privados, despojados, cercenados. ¿Cómo podría su memoria abrazar lo completo, lo complejo de sus antiguas formas?. ¿Cómo desconocer al carnicero y a las sucesivas manos que, indiferentes, auspician la ofrenda a cambio de un rítmico instante?.
Darán cuerda, continuarán su marcha; no faltará el vistoso ropaje ni el expectante público. Los eunucos nada saben del amor. Solo por ello - tal sentimiento - será la única gracia que jamás les demandaremos, en este festín de la vida.
R. R. Fernández
1 comentarios:
a la re mierda como me costo ponerme al dia con el blog
hace miles que no pasaba y hace miles que no te leia
peor me gusta encontrarme co ntodas estas novedades
un fuerte abrazo y me gusta el nuevo aspecto
feliz año para vos
Publicar un comentario