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sábado, 13 de junio de 2009
sábado, junio 13, 2009

detalles

Ya no era novedad que se escabullera concluida la cena y que retomara su rol cotidiano entrada la madrugada. Todos los habitantes de la tribu presumían que existía un mundo cruzando el preconcepto de lo funcional, una dimensión unipersonal, excluyente, privativa. Yo tenía certeza sobre aquellas conjeturas ajenas, desde muy pequeña, en los tiempos en que despertaba a mitad de noche arropada por aromas de cigarro y café, sorprendida por la luz tenue del cuarto contiguo. 
Años después, despuntando mi adultez, no hice más que constatar los datos imprecisos gestados en las lunas de desvelo, colados a hurtadillas entre cucos y duendes.
Esa noche entré al estudio sin delatar mi presencia, sorteando la estela blanca dibujada por el humo de varios atados de Particulares. Lo observé leyendo, releyendo en realidad, un ajado libro que en mis recuerdos de infancia concebía como un injerto innegable en su mano. Sin preocuparme en lo más mínimo por mi impertinente intervención, pregunté: “¿Porque lees una y mil veces ese libro?”. Respondió aún de espaladas a mi, disimulando inútilmente la sorpresa al tiempo que ocultaba, de modo infantil, el cigarrillo con cuyas cenizas firmaría su prematura partida de defunción. “Por los detalles”, deslizó. No acostumbrábamos abusar innecesariamente de las palabras en nuestros intercambios. Regla de oro de nuestra idílica relación.
Mientras despreocupadamente volvía a internarse en un desierto de letras infinitas gastadas ya por sus ojos pardos y profundos, recorrí detenidamente ese universo; de atriles; de acuarelas; de planos; de libros; de proyectos; de imágenes diversas. De rostros ajenos garabateados. Y por única vez en el tramo del camino que compartimos, viole nuestro pacto e inquirí: “la vida que elegiste, ¿es realmente la que deseabas?”. Abandonando su característica postura y sus gestos apacibles, contraatacó aullando con un nuevo interrogante: “¿porque me lo preguntas?”... “Por los detalles”, repliqué.
La mañana siguiente preparó con la meticulosidad habitual mi café con leche y mis tostadas untadas en dulce de ciruela. Frotó mi cabeza dulcemente con sus manos de gigante y me repitió que al mediodía pasaría a buscarme por la puerta de la escuela.

R. R. Fernández

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo tener la respuesta a tu pregunta y sin temor a equivocarme digo SI, vivìò entre lo real y lo imaginario, amò profundamente, demostrandolo de una manera especial, como vos, con pocas palabras y gestos que por lo cotidiano pasaban desapercibidos(un abrazo de oso, una caricia descuidada, un como estas gordita).Es realmente hermoso lo que expresaste en este escrito porque a mi en particular me demuestra que llegaste a conocerlo profundamente. Papi decia que lo verdaderamente importante, lo que nos hacìa felices era saber valorar lo sencillo,las cosas de todos los dìas. Claudia

R. R. Fernández dijo...

Como siempre digo...saque lo mejor de los dos. Lo peor es solo mío!, y me hago cargo. Gracias por tus palabras, nadie mejor para evaluar las que yo volqué en este escrito que el amor de su vida.

aliciA dijo...

...la pizarnik dijo "explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome"...libaciones por las eternas presencias en la letra...por la siempreviva llamarada de la memoria...muy bueno ro!...besos

R. R. Fernández dijo...

Las Alicias de Carroll jugan en el Edén junto a los Nemos de Verne!...He de morir de cosas así: la lila que se deshoja desde sí misma cae y oculta su antigua sombra. Hojalata la recibe en este lado del tunel!.

 
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