el ser sin la nada
Para sincerarse es preciso reconocerse en un universo que podrá ser confuso pero estará determinado al menos por nuestra conciencia de sí.
Para sincerarse resulta impostergable que el espejo nos devuelva cual caricia un reflejo que sea digno de la imagen ofrendada en tal atroz sacrificio.
Para sincerarse previamente es menester desenmarañar los finos hilos que tejemos con el fin de distraernos un momento de nosotros mismos.
Para sincerarse cada hombre debe desollarse, deglutirse, vomitarse, morir en cuerpo y alma tan cíclica como naturalmente, para echar mano luego al magnifico artilugio de la resucitación - la idea de “hombre nuevo” bastardeada por el clero, reformulada en un concepto puramente positivista -.
Sincerarse. Hablar o actuar sin doblez ni disimulo. Una sola cara de la luna saturniana, que exponga lo que ocultamos bajo esta piel-disfraz.
Sincerarse. Labor introspectiva que supone al OTRO por contraposición al tan infinito como inacabado YO.
Sincerarse. Tarea imposible sin YO, sin OTROS.
Disolver el pacto de silencio con las propias ideas. Reconciliarse con la realidad que nos cobija o asfixia. Abrazarla.
R. R. Fernández
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